La historia de la campaña del hombre de la camisa Hathaway

El publicista británico David Ogilvy, famoso por sus campañas para Rolls Royce, Dove o Schweppes, cuenta cómo camino al estudio de fotografía decidió parar en una farmacia y comprar un parche para el ojo y ponérselo al modelo de las camisas Hathaway, sin ninguna razón aparente.

Ogilvy era un convencido de los textos largos en los anuncios. Decía que entre más decía un producto, más vendía. Y el parche en el ojo funcionaba como un excelente gancho para que los consumidores comenzaran a leer el aviso buscando la historia del parche que tenía aquel elegante hombre con la camisa Hathaway.

En América Latina un pirata puede tener una connotación negativa, pero no en el Reino Unido, mercado inicial de Hathaway. Los corsarios británicos representaban valor y misterio para la mayoría de los ciudadanos que veían en el personaje a un aristócrata elegante y digno de imitar.

El presidente de Hathaway, Ellerton Jette, con solo 30.000 dólares de presupuesto para su campaña, escribió al Ogilvy prometiéndole que si aceptaba su marca en la agencia, jamás cambiaría una palabra de los textos y que sería su cliente de por vida.

Ogilvy vio la oportunidad de hacer algo único o inesperado y fue así como ideó la campaña del hombre que viste las camisas Hathaway y que porta un parche en su ojo derecho. La agencia contrató como modelo al barón George Wrangell, un ciudadano ruso que en realidad tenía visión perfecta en sus dos ojos.

El parche, el cual jamás fue mencionado en los textos que acompañan las imágenes, le dio un toque de misterio al personaje y a toda la campaña, que aún permanece en el imaginario colectivo, ya no solo de Nueva Inglaterra, donde inicialmente se pautó, sino en toda Europa y EE.UU.  


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